lunes, 6 de septiembre de 2010

La letra y el crimen


Me desperté con ideas desencontradas. Una urgencia por decir y una lista lamentable de paraqués.
Hace meses que el pueblo argentino viene sacudido por los hechos que signan la actualidad mediática. La resultante indica en líneas generales un engaño inaudito de treinta años, una gran mentira madre de muchas que vino generando hasta hoy mismo, confusión, marginación, confrontación, y envilecimiento en el oficio periodístico.
Adentro un gran dolor mezclado con bronca y euforia (¡lo sabía!) hacia afuera como anestesiada. Así nos hicieron crecer todos éstos años. Así pretenden, aún hoy, mantener un orden de cosas en el que todo es mejor si nada se altera, si toda ésta suerte de periodismo criminal sigue llegando a los hogares inyectando la ampolla de anestesia. Hay dosis exactas para todas las edades.
Cuando se cruza por mí el "¡lo sabía!" les quiero decir que sabía que en todo se miente, que cada vez queda menos espacio para la verdad porque he comprobado empíricamente que ésta molesta, aturde, es inconveniente. La mentira es cara, cuesta, literal, lisa y llanamente. En cualquier radio, redacción, canal de televisión, se miente teniendo la verdad sobre la mesa. A ésta altura así de grosero es. Sobre la mesa de trabajo la verdad y la mentira. Siempre la verdad se cae bajo la mesa (a veces se tira a propósito roja de vergüenza o de miedo) y la mentira sale con vestido caro y tetas enormes, porque la mentira se vende mejor si va con sexo barato y la mujer como objeto.
Una mañana siendo adolescente me levanté, fui a la cocina a tomar unos mates y ver tele y habían volado la embajada de Israel, recuerdo ese día como el día Eureka. Supe rápidamente que lo que explotaba era la verdad y pronto sería contabilizada como la primera víctima. De ahí en más me propuse prepararme para comunicar sobre la victimización de la verdad. De ahí en más aprendí el oficio de ser víctima de la mentira. A lo largo de éstos treinta y dos años la mentira siempre quiere colarse entre mis anotadores. Hoy la realidad de los hechos me provoca dolor, bronca y euforia ¡lo sabía! Hasta aca y hoy mismo sigo viviendo acusada de equivocación, de confusión. Porque cuando la verdad es así revelada (la verdad de verdad) la mentira resulta que está en todo, hasta en lo que comemos. Porque hay que comerse semejante engaño tanto tiempo.
El mandato es claro: quedate en tu casa a lavar los pisos, qué tenés que andar abriendo la boca, sos madre y ama de casa, no tenés necesidad, no sos nadie para hacer un programa de radio, a título de qué me creo en el derecho a descubrir cuestiones que a nadie le interesan, que nadie compra, que nadie quiere comprar, que se elige ignorar.
Pero, y esto mis padres lo saben, los mandatos no dirigen mi vida. Un par de veces quizá por cansancio me dejé administrar: me sequé, lisa, literal y llanamente seca, ni una gota de sangre sana, me pongo anémica, se me cae el pelo, me broto, me voy muriendo de a poquito hasta que llega la verdad a sacudirme insuflándome de energía. Entonces sé qué debo hacer, qué debo escribir, a quién quiero ver y es todo lo contrario al mandato impuesto.
Así y todo hoy no sé qué significa la verdad en la sociedad en la que vivo. Porque difundida una verdad terrible es como si nada. O buscan cualquier excusa para esquivar un análisis adulto, responsable (es lo que venden, lo que dicen ser).
Nada termina aquí. Pero encontré éste texto que aporta bastante acerca de la táctica y estrategia del periodismo que se elige y que quizá sea el que merecemos. Usted, lector, lectora, de continuidad a su propio análisis de los hechos. Como quiera.

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"...Si me voy antes que vos, quiero que tus noticias hablen del aire y del sol..."